Pensamiento sociopolítico: Los grandes paradigmas de la teoría sociológica (página 2)
En la sociedad
feudal europea, la clase
dominante fundamental la constituía la aristocracia
terrateniente que absorbía el excedente económico
generado por el sector productivo básico: la clase servil.
En los últimos siglos medioevales cobró progresiva
importancia la burguesía comercial urbana, dedicada al
comercio a
larga distancia con Oriente. Esta encontró el mercado natural
para sus artículos suntuarios orientales en la
aristocracia terrateniente de Europa
Occidental. El poder de
compra del mundo señorial estaba dado por la magnitud del
excedente económico obtenido del trabajo
servil, parte del cual iba en concepto de pago
de la burguesía. Si ésta tenía un conflicto
parcial con el mundo señorial (ambos pugnaban por tener
mayor parte del excedente), no cuestionaba, la permanencia de la
explotación servil. De ahí que la lucha de clases
más radical en las postrimerías de la Edad Media
fuera la que enfrentó a los siervos de la gleba con el
conjunto de las clases feudales aristocráticas y
burguesas, o sea la rebelión campesina, que adoptaba la
forma de bruscos y violentos estallidos depredatorios.
El
mercantilismo.
El mercantilismo
es el sistema de
organización económica, política y social que
predominó entre comienzos del siglo 16 y comienzos del
siglo 17.
Su característica central es el papel predominante que
asume el Estado en
las más diversas esferas de la actividad económica
correspondiente a las naciones europeas que surgen en ese
momento. Se trata de un Estado feudal
que representa los intereses de la nobleza agraria y del gran
comercio privilegiado; sin embargo, es durante su transcurso
cuando se produjo el tránsito hacia el moderno modo de
producción capitalista, que se
consolidará en forma definitiva con la Revolución
Industrial desde 1760. Las revoluciones inglesas del siglo 17
y la francesa del siglo 18 marcarán el ocaso inexorable
del Estado feudal.
Al iniciarse la época mercantilista, la sociedad
europea seguía siendo fundamentalmente agraria. Desde el
punto de vista de la actividad industrial, el pequeño
taller artesanal, en el cual el propietario trabajaba con sus
propios medios de
producción seguía siendo la forma
dominante. Las grandes manufacturas de Flandes y del norte de
Italia eran
apenas puntos brillantes en un régimen productivo que
globalmente había experimentado pocas variantes. El gran
comercio mantenía su división tradicional entre la
circulación de cereales y el pescado salado del
Báltico y del Mar del Norte, la importación de especias y artículos
de lujo de Oriente y la venta de tejidos.
El hecho más significativo –que dará la
base territorial para su puesta en práctica- los
constituye la consolidación de las nuevas
monarquías absolutistas, que se habían venido
gestando en los últimos siglos medioevales. Este
fenómeno se intensifica en Inglaterra a
partir del reinado de Enrique VII, en Francia con
Luis XI, en España con
los Reyes Católicos y en Portugal bajo Enrique el
Navegante. Sus principales raíces del proceso son la
diversificación creciente del mundo feudal, que
podía contar cada vez menos con sus mecanismos
automáticos, la declinación consiguiente en las
posibilidades de mantenimiento
de los señoríos independientes, y los avances de la
economía monetaria, que permitieron al
Estado centralizado mantener una burocracia
administrativa y un ejército profesional que dará a
la estructura
militar un carácter planificado , utilizado en el
futuro como modelo de
organización burocrática.
Concepciones Básicas, aplicaciones
prácticas.
El estado mercantilista se basaba en una concepción
estática del mundo, ya que si bien
tendía al progresivo acrecentamiento de la riqueza
nacional, solo concebía a ésta como un crecimiento
relativo, a costa del deterioro de las naciones vecinas. Faltaba
a esta concepción mercantilista, la confianza en las
posibilidades de un crecimiento humano global. De ahí sus
dos convicciones características: se consideraba que la
riqueza de un país se identificaba con la posesión
de metales
preciosos. Y como deducción lógica,
se sostenía que una nación
solo podía ganar en el intercambio si tenía una
balanza
comercial favorable, esto es, si el valor da las
exportaciones
excedía al de las importaciones, ya
que este el modo de adquirir el buscado tesoro. La unión
de ambas sumadas a la convicción de que la
intervención del Estado en asuntos económicos era
decisiva, alimentaron una serie de políticas
prácticas que tendieron a moldear en algunos de sus
aspectos más característicos la
organización económica y social del mundo
moderno. Operaron una serie de restricciones: prohibición
de exportar oro y plata,
organización monopólica del comercio,
políticas impositivas con el fin de poner a las
exportaciones del propio país en condiciones competitivas
en el mercado mundial. Luego se unió la tendencia a
fomentar la industria
naviera, ya que los fletes marítimos tenían seria
incidencia sobre la balanza comercial. Así, en Inglaterra
se dictaron las Leyes de
Navegación, por las que se excluía a los barcos
extranjeros del tráfico marítimo o de cabotaje.
Ejemplo que imitaron aunque menos riguroso, España y
Francia, no tuviendo tanto éxito.
Consecuencias.
Comercio Colonial: cada potencia
tendió a hacer de su imperio un orbe cerrado, limitado a
sus relacione con la metrópoli y dentro del cual pudiera
fijar arbitrariamente el precio de los
productos.
Política Interior: el mercantilismo
cumplió un papel fundamental al suprimir la multitud de
trabas impositivas interiores que dificultaban la
circulación comercial. Se llegó finalmente a la
constitución de mercados
nacionales unificados. Se dieron pasos decisivos en el
tránsito hacia el capitalismo.
El pasaje fue más rápido en Inglaterra. Las dos
grandes oleadas de cercamientos disolvieron las formas
jurídicas tradicionales y crearon un proletariado sin
tierras que constituyó la mano de obra de la se
alimentaría la naciente Revolución
Industrial. Este proceso fue más lento en Alemania,
donde la conversión de la agricultura
feudal en capitalista no se había consumado
totalmente.
Producción Industrial: predominaron tres
sistemas
productivos básicos. El sistema de gremios, era
la continuidad del artesanado medioeval, con su estricto cuadro
de maestros, oficiales, y aprendices, sus límites
rigurosos a las cuotas de producción y su control de la
calidad de las
mercaderías. El sistema de la manufactura, el
papel central lo ocupa el comerciante, que entrega a los
artesanos las materias primas y en algunos casos hasta las
herramientas
de trabajo, y les paga por pieza producida. Y el tercer sistema
implica la reunión de los obreros en un taller y es un
claro anticipo de la Revolución Industrial.
La
Revolución ideológica
La gran revolución ideológica de la Europa
moderna comienza durante la época mercantilista. El primer
paso abarca desde la quiebra de la
concepción del mundo predominante en la Edad Media hasta
el iluminismo, fundamento ideológico de las grandes
revoluciones burguesas de los siglos 17 y 18.
El esquema histórico-universal surge como la ideología natural de un mundo de base
agraria, en el que el cambio
técnico y productivo no cumple ningún papel en la
esfera económica. En una sociedad como esta, que reproduce
de año a año sus mismas dimensiones, el pensamiento no
está enderezado hacia el
conocimiento objetivo de la
realidad con vistas a su transformación, sino que recibe
las categorías interpretativas heredadas de la
tradición y se detiene en el análisis de sus implicaciones
lógicas. Este tipo de saber constituyó, en su
esencia, la Escolástica. Todo el sabe se reducía a
incluir los hechos empíricos en la categorías
heredadas. Cada hecho del mundo exterior tenía su
contrapartida teológica en una afirmación o
profecía contenida en las Sagradas Escrituras. De
ahí que todas las polémicas doctrinales de la Edad
Media se formularan bajo la forma de disputas identificatorias:
ejemplo determinar si el Papa era el anticristo. En la
concepción figural del arte y de la
literatura la
realidad natural representada a los efectos de resaltar su
carácter alegórico o simbólico: son simples
soportes materiales
destinados a establecer una conexión con una realidad
supraterrena. Este tipo de saber característico para una
época no experimenta mutaciones esenciales y en la que el
mundo es el objeto dado sufre su primera alteración. Surge
la burguesía comercial, y luego el mercantilismo.
Las nuevas ideas burguesas necesitaban un conocimiento
objetivo de un mundo en proceso de cambio, y no su contrapartida
teológica. De ahí el carácter naturalista
del nuevo pensamiento, que conmueve los viejos moldes
ideológicos del esquema de la Edad Media. Naturalismo
y racionalismo son los dos rasgos decisivos del
pensamiento del período mercantilista, y se encuentran
tanto en la difusa intuición de un Pico de la Mirandola o
un Leonardo Da
Vinci, como en la nueva concepción científica
que establece los fundamentos de una nueva física, en la nueva
filosofía que representan un Locke al igual
que un Descartes o un
Leibniz, o en la creación de una concepción del
espacio en el arte del Renacimiento.
No obstante hay un tercer rasgo que señala los
límites del pensamiento mercantilista: el dualismo. La
burguesía comercial era una clase interna al mundo feudal;
en tal medida no lo negaba sino intentaba afirmar la validez de
su nueva cosmovisión dentro y no fuera del esquema
histórico de la Edad Media. Se trata de una época
en que la ciencia no
alimentaba aún una tecnología en proceso
de proyectarse a la realidad. La técnica aún no se
ha insertado como momento necesario en el proceso de la
producción y la función
del saber se limita a reemplazar por una cosmovisión
correcta otra permitida. El dualismo se tornó un molde
permanente del pensamiento burgués desde los
últimos siglos medievales hasta la Revolución
Industrial: se observa en la doctrina de la doble verdad como en
la moral
provisional de Descartes, culminando en el optimismo
metafísico de Leibniz.
La
Revolución Industrial.
Significación para la historia de Occidente.
Consecuencias.
A partir de la segunda mitad del siglo 18, una profunda
mutación transformará los fundamentos milenarios de
la cultura
europea: La Revolución Industrial. Con ella se inicia la
historia del mundo contemporáneo.
Desde el punto de vista económico se
nos presenta como una súbita aceleración en el
ritmo de la actividad productiva y una elevación general
de los índices económicos. Cabe agregar el
carácter cíclico que asume el proceso
económico, con sus bruscas sucesiones de
expansión y contracción en el ritmo de la
acumulación.
Desde el punto de vista social, la
expansión industrial tiende a dividir cada vez más
la sociedad en las dos clases polares de empresarios burgueses
capitalistas y proletarios que venden su fuerza de
trabajo –al lado de los cuales persisten los rentistas y
los restos de las clases medias independientes-, frente al
carácter particularista y complejo que había
caracterizado a la estratificación social de los
períodos medioeval y mercantilista.
Las consecuencias en lo político fueron
diversas según los países. Inglaterra no encuentra
en el mercado competencia
alguna para sus productos; de ahí que tanto en el plano
interno como en el externo requiera escasa protección
estatal. Su consecuencia será el doble carácter de
la política inglesa en el siglo 19: liberalismo
político y librecambismo económico. Los
países que, por el contrario, inician tardíamente
su proceso de crecimiento industrial, han de necesitar de la
protección del Estado para expandir sus nacientes empresas frente a
la competencia progresiva de los productos británicos. De
tal modo, Estados Unidos
adoptará desde el comienzo una política arancelaria
de corte proteccionista, que se acentuará después
de la Guerra de
Secesión, y Alemania requerirá de toda la fuerza
del Estado bismarckiano y de la organización bancaria
surgida por el influjo de su acción.
La Revolución Industrial se produjo antes en Inglaterra
que en los demás países debido a la
conjunción de diversas causas. El proceso de los
cercamientos –como consecuencia del cual desaparece la
clase media rural y se inició la explotación del
capitalismo latifundista de la agricultura con métodos
modernos-. La existencia de un Estado surgido de las revoluciones
burguesas del siglo 17, interesado en facilitar al máximo
el proceso de expansión capitalista. A esto se le agrega
la alta acumulación de capital
comercial en las centurias anteriores y la descomposición
del sistema de gremios.
Períodos de las grandes transformaciones
El primer período de grandes
transformaciones técnicas
discurre entre 1750 y 1815. Se experimentan cambios decisivos en
la industria textil, la siderurgia y aquellas actividades
productivas a las revolucionó la invención de la
máquina de vapor. El antiguo torno de hilar
fue reemplazado sucesivamente por la hiladora de rodillos de
Lewis Paul y Jhon Wyatt, por el torno de hilar de Hargreaves, por
la hiladora hidráulica de Arkwright y por la hiladora
mecánica de Samuel Crompton. En lo
vinculado a la tejeduría el antiguo telar de mano fue
sustituido por lanzadera volante de Jhon Kay y más tarde
por el telar mecánico de Cartwright, hasta llegar al telar
automático de Roberts. Asimismo en este período las
industrias
británicas del hierro y del
acero inician
sobre bases sólidas su expansión. Las innovaciones
técnicas que la hicieron posible fueron la
adaptación de la fundición a la hulla (se utilizaba
el carbón de leña). Por último luego de
varios intentos fallidos, Watt, inventa la máquina a vapor
culminando así una primera etapa y preparábase la
expansión ulterior. En 1815 etapa de invocaciones
técnicas y de la historia europea caracterizada por los
bloqueos napoleónicos, en la cual Gran Bretaña
salía fortalecida logrando un predominio industrial enorme
en el mercado mundial.
Desde entonces, y hasta 1870, transcurre el segundo
período: el clásico del
capitalismo o denominado de la libre
competencia frente a la etapa monopolista que
habrá de sobrevenir. En esta segunda etapa, la
maquinización industrial creció a un ritmo
importante. La industria algodonera se mantuvo a la cabeza de la
producción. Así, Inglaterra pagó una buena
parte de sus materias primas importadas sobre la base de la
exportación de tejidos de algodón. En la industria de la lana, el
proceso fue más lento. La producción de
carbón, la extracción de cobre de
Swansea y, sobre todo las industrias del hierro y del acero,
donde los procedimientos
revolucionaron las técnicas productivas.
Se debe señalar que la Revolución Industrial
acarreó una revolución en los medios de transporte.
Junto a las mejoras en la técnica de construcción de caminos y al desarrollo de
la navegación a vapor, el surgimiento del ferrocarril
implicó el paso a una verdadera nueva era en la historia
mundial, tanto por el hecho de que su construcción
significó la concentración de muchas ramas
industriales, como porque acercó los productos a sus
lugares de venta o de embarque y por este camino se
transformó en un factor decisivo en la
consolidación de un mercado mundial.
En el resto de Europa el proceso fue más lento
siguiendo distintas pautas:
Francia: se debió a la existencia de una
revolución agraria y el predominio del minifundio. Con
todo, se produce un proceso de expansión bajo Napoleón, que aspiraba la
unificación de Europa sobre la base de la autosuficiencia.
Una política proteccionista bajo Los Borbones y, en menor
grado, bajo Luis Felipe, logró la continuidad de la del
desarrollo industrial con la industria textil a la cabeza.
Alemania: por la parcelación política y sus
innumerables barreras aduaneras, lo que impedían la
constitución de un importante mercado interno. Desde 1834,
con la unión aduanera, la industria pudo progresar, si
bien su crecimiento cobró auge luego de 1871, al realizar
Bismarck la unificación política de Alemania.
Rusia: su régimen agrario se modifica con la
liberación de los siervos en 1861. Inicia la
industrialización a fines del siglo 19, sobre la base de
capitales esencialmente franceses.
Fuera de Europa el proceso se desarrolló en
Estado Unidos de Norteamérica.
Estados Unidos: existía la posibilidad de
emigración y colonización agrícola a
través de la ocupación progresiva del Oeste. Lo
cual, si bien creaba para la industria un mercado potencial de
consumo,
tendía a privarla de brazos. La solución se
buscó en el fomento de la inmigración como en un ritmo de
tecnificación sin precedentes destinado a ahorrar mano de
obra.
Asia: el único país de este continente que
inicia una transformación es Japón,
reconvirtiendo las estructuras
feudales con una fuerte participación del Estado en todo
el proceso.
Cracks industriales del siglo 19
El carácter anárquico de la producción
capitalista determinó que ningún control pudiera
regular eficazmente las sucesivas etapas de expansión y
contracción económica, a la vez que la escasa
amplitud de los mercados determina sucesivas crisis de
sobreproducción, con la consiguiente secuela de
parálisis industrial y desocupación. Así se sucedieron los
violentos cracks de 1825, 1836, 1847, 1857, 1866. La crisis de
1873 representó la larga depresión
el tránsito a una nueva fase del capitalismo: la fase
monopolista e imperialista con la que se atenuó el rigor
de la crisis por un largo período.
Condiciones de la clase obrera. Su
organización.
Sus condiciones de vida fueron de una extrema dureza, lo cual
engendró unidos a otros factores, movimientos de protesta
que habían de conducir finalmente al surgimiento del
sindicalismo y
del partido de ideología socialista. En Inglaterra, la
resistencia al
nuevo sistema se inició con el movimiento de
los "ludditas" expresión de protesta de los artesanos
empobrecidos, que destruían la nueva maquinaria
industrial. Diversas huelgas o expresiones de protesta fueron
reprimidas de manera sangrienta, como el célebre mitin del
16 de agosto de 1819, en el cual la caballería mató
a once personas e hirieron a cuatrocientas. De mucho mayor
alcance fue el levantamiento de 1830 y sobre todo el cartismo,
que se desarrolló en 1837 hasta 1848, constituyendo un
movimiento de carácter político, que tendía
a obtener la participación electoral de los sectores
populares mediante la implantación del sufragio
universal.
La expansión imperialista de la segunda mitad del siglo
mejoró en buena medida la situación de la clase
obrera inglesa, que se fue orientando hacia un sindicalismo de
tipo conservador. Expresión política de éste
fue el Partido Laborista, fundado en 1900. En el Continente, el
peso creciente de organización sindical y de las formas
políticas de ideología proletaria condujo en 1862 a
la formación de la Asociación internacional de
Trabajadores o Primera Internacional Socialista, que
prolongó su acción hasta 1876, carcomida por las
disensiones internas entre anarquistas y marxistas. Su programa abarcaba
la organización del partido independiente de la clase
obrera, la jornada laboral de ocho
horas, la creación de cooperativas,
la nacionalización de las minas, los bancos, la tierra y
los sistemas de comunicación y transporte, la lucha contra
la guerra y, finalmente, la toma del poder por parte de los
trabajadores.
El auge del capitalismo condujo a la formación de
poderosos sindicatos de
industria en toda Europa, de partidos
políticos socialdemócratas. Estos constituyeron
la Segunda Internacional Socialista, que prolongaría su
existencia hasta 1914. Ésta fue formalmente marxista que
planteaba la transformación de Europa por una
revolución y no por reformas pacíficas.
El
Imperialismo.
Sus primeros pasos.
El proceso de expansión a partir de 1870 producto del
tránsito de un sistema basado en la libre competencia a
otro fundado en la monopolización progresiva de las ramas
diversas de la producción. Y a este proceso de monopolio
sigue su secuela la expansión imperialista.
El punto de partida hacia el tránsito al sistema
monopolista surge con la crisis económica de 1873 y la
subsiguiente depresión. Se caracterizó por la
asociación de grandes empresas (cartels, trusts, holdings,
etc.). Este proceso se opera con mayor rapidez en los
países que habían iniciado más recientemente
su expansión capitalista, como Alemania, y Estados Unidos,
que en aquellos otros de capitalización más
antigua, como Francia e Inglaterra, aunque el fenómeno se
expande por doquier.
Las grandes proporciones de las empresas y su consiguiente
mayor capacidad para introducir transformaciones técnicas,
constituyen un factor decisivo en la eliminación de la
competencia. Una intensa centralización de la producción
condujo, en vísperas de la Primera de la Guerra Mundial, a
que se encontraran en manos de las combinaciones
monopólicas las siete u ocho décimas partes del
total de las empresas. Las condiciones de los países
atrasados carentes de capitales les brindaron a los otros un
acrecentamiento en el ritmo de la acumulación de capital.
Estas condiciones de los países atrasados que
hacían rentable la inversión, se daban por el costo reducido de
las materias primas y de la tierra, y el
bajo nivel de los salarios. A esto,
cabe añadir la superexplotación de la mano de obra
en razón de pervivencia de condiciones de trabajo
semiservil o lisa y llanamente esclavistas, en vastas zonas de la
periferia colonial. En este sentido la inversión de
capital en las colonias solo tendió a desarrollar el
capital y consolidar las estructuras de atraso de las mismas.
La alianza con las clases terratenientes feudales y el
asentamiento de las condiciones de la explotación fue la
regla que gobernó el proceso de expansión
imperialista. Además, la explotación de
capitales tendió a ligar cada vez más estrechamente
a la economía de la colonia con la
metrópoli. El área de inversiones
inglesas comprendía su vasto imperio colonial en África y
los países de América
Latina. Francia invertía en Europa, en especial
Rusia.
Alemania en proporciones más equilibradas entre Europa y
América.
A medida que se expandían sus territorios conquistados
que fueron vertiginosos. Sin embargo este proceso no fue
proporcional a la capacidad expansiva de cada país.
Francia, adquirió tres veces más colonias que
Alemania y Japón juntos. Este hecho reside en unas de las
raíces del conflicto que conduciría a la Guerra
Mundial.
Consecuencias de la expansión imperialista.
Desde el punto de vista de clase obrera, dos hechos dominan
esta situación. El primero, la
disminución en la intensidad de las crisis
económicas, que origina una mayor eficacia en la
acción a largo plazo de los sindicatos. Toda etapa de auge
económico, al requerir mayor mano de obra, tiende a elevar
el nivel de los salarios. El segundo, el proceso
imperialista tiende a hacer que el capitalismo en su conjunto
obtenga la parte sustancial de sus ganancias de la
explotación colonial más que de la absorción
de trabajo excedente en el mercado interno. Lo cual equivale a
afirmar que si bien la parte del león de la
explotación colonial quedó en manos de una
restringida oligarquía financiera, los efectos de
aquélla tendieron, a derramarse sobre toda la sociedad
europea y a disminuir la intensidad de los conflictos
sociales. De esta manera se va bosquejando el conflicto de
nuestra época: la lucha de los pueblos coloniales por
liberarse de la opresión imperialista.
La nueva situación de la clase obrera europea,
repercutió en sus conductas políticas. Las
perspectivas de amplias mejoras dentro del régimen
capitalista dieron más peso a la lucha por las
reivindicaciones económicas frente a las movilizaciones
políticas. De ahí la corriente reformista o
revisionista que comienza a insinuarse en el movimiento
socialista europeo que formula su doctrina: "el fin no es nada;
el camino lo es todo"
En las Colonias, el arrasamiento de condiciones milenarias de
existencia no se tradujo en ningún proceso expansivo sino
en la liquidación de industrias nativas cuya mano de obra
no fue absorbida por ninguna nueva actividad productiva. El
aniquilamiento de las formas económicas tradicionales, la
superexplotación de la mano de obra en las nuevas
actividades vinculadas a la producción de materias primas
y la discriminación practicada con los nativos
fueron generando una creciente movilización
anticolonialista. En China, el
movimiento de SunYat-sen conduce a la revolución de 1911.
En la India, se
inicia la agitación de Gandhi y las diversas tentativas de
panislamismo surcan el Asia el Cercano
Oriente. Sin embargo con la Guerra Mundial estos movimientos
adquirirán gran gravitación.
El pensamiento moderno
El punto de partida de esta transformación
ideológica hay que buscarla en el iluminismo, que rompe
con el dualismo característico del pensamiento
mercantilista y hace de la filosofía un instrumento
crítico del orden establecido. Representa los esfuerzos de
una burguesía que se lanza a la conquista del
poder político y a la remodelación, en su
beneficio, del conjunto del orden social.
Si el iluminismo rompió con el dualismo, el naturalismo
y, sobre todo, el racionalismo ahistórico de la etapa
anterior fueron exacerbados. No obstante, las dificultades en la
reconstrucción de una sociedad sobre la base de
módulos y normas
abstractamente concebidos, la resistencia del orden social a
dejarse modelar de acuerdo con ellos, conducirá a una
nueva valoración de la experiencia y de las tradiciones
nacionales. A partir de ese momento fue posible intentar
reconstruir nuevamente el proceso de la historia
universal. El positivismo, expresión
ideológica de la confianza en sí misma de una
burguesía en el apogeo de su expansión, lo
hará mediante la concepción comtiana de los tres
estados, según la cual la humanidad habría pasado
por tres estados sucesivos: teológico, metafísico y
positivo. Por otro lado la línea de pensamiento que
transcurre de Hegel a Marx
conducirá, con el materialismo
dialéctico –expresión del nuevo
proletariado en formación-, a una concepción de la
historia fundada en el predominio sucesivo de los diversos
modos de
producción.
Estas dos grandes expresiones dominan la última parte
del siglo 19. El positivismo
recibe numerosas formulaciones, siendo las más
orgánicas las de Comte en Francia y la de Spencer en
Inglaterra. El porvenir de la ciencia, de
Renan, es el caracteriza más profundamente la
última etapa del siglo 19. En cuanto al marxismo,
mientras un ala se mantuvo en su ortodoxia revolucionaria, la
corriente revisionista de Bernstein y más tarde la
socialdemocracia en su conjunto, adoptaron las
concepciones ideológicas globales del positivismo.
Estado y Sociedad
en el pensamiento clásico (texto de Pontantiero y De
Ipola).
Los conceptos de sociedad y de Estado, entendido como
recíprocos, claramente enfrentados entre sí,
caracterizan a esta etapa de la historia social de Occidente que
llamamos modernidad, etapa cuyo momento inicial se
sitúa entre los siglos XV y XVI.
Su aparición se liga al desarrollo de la forma
capitalista de organización de la producción y del
intercambio, a la extinción progresiva de la
división de órdenes estamentales de la sociedad, a
la institución de la igualdad
jurídica entre las personas. Nace así la
noción moderna de individuo como
unidad elemental de la sociedad y, por lo tanto, como lugar
central desde el cual dar cuenta de su constitución y su
funcionamiento: el hombre se
desgaja de su subordinación a la comunidad y se
transforma en el eje del sistema en el cual lo público y
lo privado van a poder ser escindidos como esferas con entidad
propia.
Surge así la posibilidad de pensar la noción de
sociedad como un agregado de elementos autónomos
diferenciándose de la comunidad en
la que los hombres se integraban a través de lazos
orgánicos. En esta misma línea de reflexión
nace la idea de la artificialidad de los órdenes sociales
liberándose de connotaciones metafísicas, naturales
o divinas. Lo único natural son los individuos, dotados
por su mera condición de hombres de un conjunto de
derechos innatos.
La sociedad y el Estado son productos de la razón:
creaciones voluntarias de los hombres.
El conocimiento de lo social se seculariza e
independiza de la teología, de la filosofía;
aparecen la teoría
política, luego la economía
política, y ya en el siglo 19 marcada por nuevos
interrogantes, la sociología.
Desde la reflexión laica sobre lo social la
cuestión se encarrilará dentro de lo que se llama
la metáfora del contrato, del
pacto. La sociología modificará esta perspectiva,
según un doble desplazamiento conceptual que,
paralelamente, a la crítica
de la visión contractualista, reemplazará la
centralidad del individuo por la del grupo.
Pero para que llegue ese momento el pensamiento clásico
(Hobbes, Locke,
Rousseau) y
todo el movimiento conocido como la
Ilustración, girará alrededor de la figura del
contrato social
como instancia superadora del estado de naturaleza y
como condición de posibilidad para la fundación de
la sociedad. La idea de contrato plantea la percepción
que podrían tener los hombres acerca de las consecuencias
que acarrearía la falta de un consenso básico que
resguarde la convivencia.
En una primera etapa los conceptos de sociedad y de Estado son
lo opuesto al estado de naturaleza. En la tradición del
jusnaturalismo los términos antitéticos son, estado
natural-sociedad civil.
Más tarde la antinomia conceptual será la que
distinguirá sociedad civil de sociedad política (o
Estado).
KARL MARX:
filosofía de la historia y crítica
teórico-política del capitalismo
El pensamiento y la praxis
política socialistas, en sus múltiples y casi
antagónicas variantes, son a la vez anteriores,
coetáneos y posteriores respecto de la obra de Karl Marx y de
Engels. Se dice que la primera edición
de "El Capital" fue de solo mil ejemplares y tardó una
década en agotarse. Hubiera sido absurdo prever que medio
siglo más tarde tendría lugar en la dilatada Rusia
una de las revoluciones sociales y políticas más
importantes de la historia humana y que esa revolución
sería soñada, pensada y llevada a cabo por hombres
que estaban fervientemente convencidos de que el pensamiento
expuesto en dicha obra era la expresión de la Verdad
misma. Se ilustraba así esa constante tensión entre
el determinismo y la acción, la ciencia y la praxis, la
creencia y la voluntad que habrían de marcar al marxismo
desde su nacimiento hasta hoy.
En la obra de Marx, dicha tensión es uno de los
motores, de
los factores movilizantes de su pensamiento. De ahí que
para todo aquel preocupado por la cuestión de la sociedad,
el contacto con el marxismo es inevitable. Más aun si
tiene presente que, el marxismo ha dejado de se una teoría
particular o un programa político levantado por un grupo
definido, para convertirse en parte de la atmósfera
ideológica que se respira desde que se accede al mundo
social y se vive en él.
Hay en el marxismo dos elementos opuestos que acuerdan un
sentido diferente a las proposiciones de la teoría en su
conjunto. Una teoría que es de mayor alcance, una descripción y un intento de
explicación del funcionamiento del sistema capitalista,
pero que en su filosofía implícita y en su
lógica comporta una concepción de la historia y de
las sociedades
humanas cuya validez excede ampliamente el caso del capitalismo.
En este plano general es que los dos elementos a que se hace
referencia se tornan visibles.
Teorización científica de la historia en su
conjunto.
Sus tesis
centrales:
1) El motor y la clave del funcionamiento y la
transformación de las sociedades es el desarrollo de
las fuerzas productivas materiales, es decir los llamados
"factores" técnicos de la producción, esto es,
la materias primas, la fuerza de trabajo humana y los medios
de trabajo. Este último es el determinante: los
instrumentos, utensillos, máquinas,
etcétera.2) Tales fuerzas productivas son definidas como
poseedoras de la virtud intrínseca de tender a
desarrollarse continuamente. Y como socialmente
indeterminadas, esto es, como susceptibles de ser
caracterizadas con independencia de las relaciones sociales
en el marco de las cuales se desarrollan. Los hombres van
contrayendo y consolidando relaciones sociales entre
sí y con las propias fuerzas productivas (los medios
de producción). Esos vínculos sociales entre
los hombres y los medios de producción y entre los
hombres mismos son las relaciones de producción. La
pareja "fuerzas productivas-relaciones de
producción" define el concepto restringido de
"modo de producción". El modo de
producción es la base material de la sociedad y
también las fuerzas productivas son la base material
del modo de producción.3) Entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción sólo puede haber dos tipos de
relaciones: amistosas y hostiles. Solo puede existir entre
ellas o bien correspondencia o bien antagonismo. Cuando hay
correspondencia las fuerzas productivas contribuyen al avance
de la técnica y por tanto al progreso de la sociedad.
Cuando hay antagonismo las relaciones de producción se
tornan un obstáculo para el desarrollo. Pero como
dicho es inevitable, el obstáculo termina siendo
destruido "se abre una época de revolución
social", que opera una transformación radical de las
relaciones de producción, adaptando estas
últimas al estadio y al ritmo de desarrollo por las
fuerzas productivas. De esto se infiere que la
correspondencia remite a la funcionalidad de las relaciones
de producción con respecto a las fuerzas productivas,
mientras que la contradicción deja pensar con arreglo
a "fueza vs obstáculo".4) De acuerdo a la formulación del
Prefacio.Crítica de la Economía
Política, sobre la base de la estructura
económica de la sociedad "se eleva un edificio
juridico y político, al cual corresponden formas
determinadas de conciencia social. El modo de
producción de la vida material domina en general el
desarrollo de la vida social, política e intelectual".
A esto Marx lo ha denominado "superestructuras",
determinando una concepción del papel y la
posición relativa de los registros o esferas de que
está compuesto el mundo social.
Estructura económica, superestructura
jurídico-política y superestructura
ideológica: a partir de la precaria topología por la superposición de
estas tres instancias cobró forma una
concepción de la sociedad y del Estado, que Marx
dejó plasmada.
Sin embargo, el marxismo de Marx y Engels, no habría de
agotarse en este conjunto de proposiciones dogmáticas. Hay
otro elemento que representa una novedad capital en la historia
del pensamiento occidental. El comunismo no es
un estado ideal hacia el cual encaminaría fatalmente la
sociedad, sino el movimiento real que suprime el estado de cosas
existente. Es ese "elemento" el que se pone de manifiesto cuando
Marx insiste sobre el hecho de que son los hombres quienes hacen
su propia historia sobre la base de condiciones dadas y que, en
estricta coherencia con esto último, declara que la
emancipación de los trabajadores será la obra de
los trabajadores mismos. Es en base a este punto que Marx
reconocerá no solo acontecimientos insurreccionales, sino
también y sobre todo la creación por parte de las
masas explotadas de nuevas formas solidarias y equitativas de
vida social.
El hombre no
adviene al mundo para observarlo o para llevar pasivamente una
existencia que otros han decidido que lleve; el destino humano no
es la servidumbre, siquiera sea por la simple razón de que
no hay un destino prefijado (por las leyes divinas o por las de
la ciencia). Hay una acción a encarar que,
apoyándose sobre aquello que existe, puede hacer realidad
aquello que queremos que exista: los hombres crean, inventan
su propia historia.
Sin estas claves de lectura los
análisis marcianos del capitalismo perderían todo
sentido. No solo los capítulos sobre acumulación
originaria, sino que describe un complejo proceso
económico, social, político, jurídico e
ideológico, donde la imaginación, los deseos, los
objetivos y,
la praxis de los actores sociales desempeñan un papel
creador decisivo para la emergencia y consolidación del
capitalismo. Marx pone al descubierto los avatares inciertos de
conflictos,
proyectos, y
acciones
humanas. Luchas de los obreros por limitar la jornada laboral,
humanizar sus condiciones de trabajo o mejorar sus salarios. Los
hombres van poniendo a prueba sus proyectos y construyendo su
historia. Una historia donde han predominado, hasta hoy, la
explotación y la opresión, pero en la cual es
posible que reine en el futuro la equidad y la
cooperación entre los hombres.
Autor:
Javier Gastón Liesche
Licenciatura en Comunicación Social
Pensamiento Sociopolítico.
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